La escasez de agua dulce es hoy en día un serio problema
para la Humanidad. El planeta cuenta con una población de casi 7.000 millones
de personas. Casi una quinta parte, unos 1.200 millones de personas, viven en
zonas de escasez física de agua, otros 500 millones están rondando ya esa
consideración y 1.600 más sufren escasez económica del preciado líquido. La
escasez se mide por la relación entre la cantidad de agua y el nivel de
población. Se habla de estrés hídrico cuando el suministro anual de agua cae
por debajo de los 1.700 metros cúbicos por persona, de escasez cuando ese
baremo cae por debajo de los 1.000 metros cúbicos, y de escasez absoluta cuando
llega a menos de 500 metros cúbicos.
Es algo evidente, pero no conviene olvidar que el agua es un recurso indispensable para la vida. Esa última
consideración es la clave de este debate, pues no existe un sustituto para el
agua dulce. Los datos anteriores proceden de un informe elaborado por el
Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de las Naciones Unidas, publicado
en junio de este 2013. Entre sus conclusiones destaca la predicción de que
hasta 1.800 millones de personas podrían vivir en regiones de escasez absoluta de
agua en el año 2025, y que el cambio climático tal y como se percibe en la actualidad
permite augurar que en 2030 casi la mitad de la población mundial habitará en
zonas de estrés hídrico, incluyendo hasta 250 millones de personas en África, el continente más seco.
"El uso del agua ha venido creciendo a más de dos veces la tasa de
crecimiento poblacional en el último siglo", explica.
No existen conclusiones definitivas en esta materia, puesto
que algunos expertos creen que el agotamiento del agua dulce es hoy por hoy una posibilidad
impensable y otros, en número creciente, consideran que es un riesgo que es necesario calcular cuanto
antes. Lo que sí parece claro es que hay una preocupación evidente entre la
comunidad científica, una conclusión lógica tras el congreso celebrado en mayo
en la ciudad alemana de Bonn, organizado por el Proyecto Sistema Global delAgua (Global Water System Project) en el Centro de Investigación para el
Desarrollo de la Universidad de Bonn, al que acudieron medio millar de
expertos. Dicho congreso llevaba por título Agua en el Antropoceno. Este
nombre, cada vez más frecuente entre la comunidad científica, hace referencia
al periodo geológico iniciado tras la última era glacial, hace unos 11.500
años, cuando la humanidad comenzó a expandirse por todo el planeta,
modificándolo a gran escala.
Del Congreso salió la Declaración de Bonn, en la que se
calcula que la escasez de agua podría llegar a alcanzar niveles críticos en una
o dos generaciones, cuando la población mundial alcanzará los 9.000 millones de
personas. El texto recoge las conclusiones esenciales del Proyecto, en que los
científicos llevan trabajando desde 2004. Así, lo que se propone para frenar los efectos de la escasez de agua es una agenda
que haga converger los objetivos de científicos, políticos y gestores, que se
adopte un enfoque multidisciplinar en la investigación para entender
el sistema hídrico global, que se realicen estudios de síntesis sobre el agua
dulce para desarrollar evaluaciones de riesgo y estrategias de protección de
los sistemas de agua, la mejora de las redes de observación por satélite del
medio ambiente, que se consideren las alternativas basadas en los ecosistemas
frente a las costosas soluciones estructurales ante el cambio climático y que
las instituciones que se ocupan del agua desarrollen soluciones innovadoras.
La clave que destaca la Declaración de Bonn es que la
escasez de agua es un mal autoinflingido y, por tanto, evitable. En dicha
Declaración, se recuerda que la humanidad usa un área del tamaño de América del
Sur para sembrar sus cultivos. El informe Escasez mensual global del agua: Huella del agua dulce versus disponibilidad del agua dulce explica que el 94
por ciento del impacto hídrico de la humanidad está relacionado con la
agricultura y que la de riego merma las fuentes de agua mucho más que las
ciudades o las industrias. "Muy pronto tendremos que producir más
alimentos con menos agua", dice Arjen Hoekstra, catedrático en
administración del agua y coautor de este informe junto a Ashok Chapagain,
principal asesor sobre agua de la WWF Reino Unido.
A la luz de las conclusiones de estos y otros muchos
informes sobre la materia, es obligado que la humanidad cambie su
comportamiento sobre el uso del agua dulce para evitar que se convierta en una
crisis mayor. Y es que ya en la actualidad son muchos los problemas derivados
de la acción humana que hay en la utilización de este valioso recurso natural. La humanidad mueve
más rocas y sedimentos, en acciones como la minería, las infraestructuras
costeras y las presas, que la erosión natural conjunta de hielo, viento y agua.
La explotación de pozos de agua y pozos petrolíferos a poca altitud sobre el
nivel del mar está provocando que dos tercios de los principales deltas de los
ríos se estén hundiendo, a una velocidad incluso cuatro veces superior a la
elevación del nivel medio del mar. Y las grandes inundaciones fluviales de los
últimos tiempos están relacionadas con actividades humanas. Hay muchos más, pero esos son unos ejemplos más que contundentes para estudiar a fondo el problema.
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