Hay inventos que tienen el aspecto de ser revolucionarios y que nacen con esos ambiciosos objetivos en mente.
El OmniProcessor de Janicki Bioenergy es uno de ellos, porque tiene la
capacidad de transformar desechos orgánicos y excrementos en agua potable, dando como resultado un líquido que cumple con los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y
todo parte de una iniciativa financiada por la Fundación de Bill y MelindaGates, que apoyó un proyecto en 2013 que tenía por objetivo la conversión en
electricidad de los residuos y que acabó incluyendo un sistema de tratamiento
de aguas. Dicha Fundación ya había mostrado su interés en
proyectos relacionados con el agua, como una campaña de crowdfunding para sanear agua para 4.000 personas en Etiopía, pero este nuevo invento, que
ya es una realidad, promete cambiar el mundo.
La instalación del OmniProcessor tiene un funcionamiento muy sencillo. En
primer lugar, se hierve el material de desecho a una temperatura de mil grados
centígrados, lo que sirve para descartar el 99 por ciento del combustible y
obtener un vapor relativamente limpio, que después se refina mediante filtros.
El siguiente paso es condensar el resultado y someterlo a nuevos procesos de
limpieza. Toda esa operación se hace en apenas cinco minutos y con el añadido de que la maquinaria produce energía para su propio funcionamiento e incluso dejando un
excedente aprovechable. Según Janicki Bioenergy, el OmniProcessor, que tiene unas
dimensiones de 8x23 metros, puede producir 10.800 litros de agua potable al día
procesando hasta 12,3 metros cúbicos de desecho. A máxima potencia puede
producir 150 kw, aunque eso supone reducir la producción de agua.
E incluso la máquina funciona con muy bajas emisiones de CO2,
lo que le permite cumplir los estándares medioambientales de Estados Unidos, es
energéticamente autosuficiente y aporta una ventaja más, sus residuos son
cenizas completamente libres de patógenos que pueden usarse como fertilizante. El
proyecto suena casi a ciencia ficción, pero lo cierto es que ya es una
realidad. Este mes de febrero comienza la instalación del primer prototipo, el
OminProcessor S100, que estará ubicado en Dakar, en Senegal, para que pueda
entrar en funcionamiento en el mes de mayo. En junio se pondrá en marcha una
segunda máquina también en África Occidental, con el objetivo de producir e
instalar una nueva cada tres meses en el primer año, siempre en zonas de máxima
necesidad, como el continente negro o India.
Y es que el proyecto nace, en primer lugar, con una clara
vocación humanitaria respaldada por las dramáticas cifras de las zonas menos desarrolladas. Según los datos de la OMS, 2,2
millones de personas mueren al año por el consumo de agua contaminada o por la
escasez del líquido elemento para la higiene, y al menos 2.000 millones de
personas utilizan en todo el mundo letrinas que no son drenadas de forma adecuada,
lo que provoca que enfermedades como el cólera o la disentería no puedan ser
erradicadas. La escasez de infraestructuras y los altos costes para su
implantación hacen imposible que estos avances básicos y comúnmente asimilados
en los países desarrollados lleguen también a las zonas más desfavorecidas del
planeta.
A partir de ahí comenzaría la fase comercial, con el OmniProcessor S200. Janicki Bioenergy no ha desvelado todavía el coste que tendría su máquina, pero según los cálculos de su fundador, Peter Janicki, cualquier ciudad que se hiciera con sus servicios amortizaría el gasto en dos o tres años. “La idea es que la máquina dé dinero a la institución que la compre”, ha explicado Janicki. Si se cumple el programa previsto por la empresa, este segundo modelo estará en el mercado en la primavera de 2016, dentro de poco más de un año. Para entonces ya se podrán conocer los resultados de al menos esos dos primeros prototipos que estarán en África y se podrá calibrar si, efectivamente, estamos ante un avance verdaderamente revolucionario en la investigación sobre el agua.
A partir de ahí comenzaría la fase comercial, con el OmniProcessor S200. Janicki Bioenergy no ha desvelado todavía el coste que tendría su máquina, pero según los cálculos de su fundador, Peter Janicki, cualquier ciudad que se hiciera con sus servicios amortizaría el gasto en dos o tres años. “La idea es que la máquina dé dinero a la institución que la compre”, ha explicado Janicki. Si se cumple el programa previsto por la empresa, este segundo modelo estará en el mercado en la primavera de 2016, dentro de poco más de un año. Para entonces ya se podrán conocer los resultados de al menos esos dos primeros prototipos que estarán en África y se podrá calibrar si, efectivamente, estamos ante un avance verdaderamente revolucionario en la investigación sobre el agua.
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